El Parque Arqueológico del Puig de sa Morisca, ubicado en Santa Ponça, cuenta con un rico patrimonio arqueológico, etnográfico, natural y paisajístico. Dotado con una extensión de 45 ha, en él se puede disfrutar de 6 km de itinerarios aptos para casi todos los públicos, de fácil acceso y muy bien señalizados. Los recorridos se realizan por zonas boscosas de pinar y garriga mediterránea, donde se pueden encontrar plantas como el acebuche, el romero, la lavanda, el lentisco, etc. Según el itinerario escogido, se visitarán diferentes yacimientos arqueológicos, como por ejemplo el poblado del Puig de sa Morisca, y elementos etnográficos, como bar... [+] Ver más
Esta zona de un inmenso interés arqueológico tiene un complemento excelente con la diversdiad de aves. En toda la zona no se recomienda ningún itinerario concreto dado que la diversidad de aves es más o menos uniforme a lo largo del Parque Arqueológico.
El entramado de caminos y un hábitat de pinar con garriga repartido por toda la zona, permite que sea el propio visitante el que elija las zonas por las que quiere observar en verano a los papamoscas grises (Muscicapa striata balearica), piquituertos (Loxia curvirostra balearica) o pinzones vulgares (Fringilla coelebs) y en invierno a petirrojos (Erithacus rubecula), zorzales comunes (Turdus philomelos) o colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros), estos últimos encaramados a las paredes de lo que antaño fueron viviendas.
Cuando en los amaneceres de verano, uno llega antes de salir el sol para evitar las horas más sofocantes, puede sentir el placer de introducirse entre siglos de costumbres y sentir el canto de alcaravanes (Burhinus oedicnemus), autillos (Otus scops) o chotacabras grises (Caprimulgus europaeus).
Currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala), verderones comunes (Carduelis chloris), jilgueros (Carduelis carduelis) o mirlos (Turdus merula) nos acompañaran todo el recorrido, mientras el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) busca desde las alturas algún escarabajo que llevarse a la boca.
Es obligatorio, quizás, llegar a lo más alto del Puig de sa Morisca, pues desde esta zona tendremos unas vistas espectaculares de toda la bahía, de las recortadas montañas de la serra de Tramuntana o de la zona de El Toro, todo esto acompañados por bisbitas comunes (Anthus pratensis), lavanderas blancas (Motacilla alba) o mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita) en invierno y ruiseñores comunes (Luscinia megarhynchos) y alcaudones comunes (Lanius senator badius) en primavera.
Durante las épocas de migración, no es mal sitio este para detectar numerosos paseriformes como la curruca zarcera (Sylvia comunnis), la mosquitera (Sylvia borin) o algún mosquitero musical (Phylloscopus trochilus), sin descartar, debido a la extensa porción de terreno que se domina desde la cumbre del puig, el paso de otros migrantes como águilas calzadas (Hieraaetus pennatus), gavilán (Accipiter nisus) o alcotanes (Falco subbuteo).
Dentro del patrimonio arqueológico, destacan algunos de los yacimientos más significativos de Calvià, como el Poblado del Puig de sa Morisca, un asentamiento talayótico de la Edad del Hierro, reutilizado en época islámica, de gran importancia en la organización territorial y en los intercambios comerciales que se realizaron entre los púnicos y los talayóticos, principalmente a partir del s. V AC. En torno a él, se localizan toda una serie de yacimientos, como el talayot de Son Miralles, el santuario de Es Fornets, el Turó de ses Abelles o las estaciones de Santa Ponça 20 y 5. Todo ello, configura un ejemplo paradigmático de la organización territorial de la Cultura Talayótica y Postalayótica de Mallorca.