La curruca balear, es la única especie paseriforme endémica de las Islas Baleares. Conocida hasta hace poco tiempo como subespecie de la Curruca sarda (Sylvia sarda) habitante de las islas de Córcega y Cerdeña, su canto, reclamo, coloración e incluso algunos hábitos ecológicos de los ejemplares de las Islas Baleares, han hecho considerarla una especie separada de sus congéneres italianos. En Baleares se extiende por todas las islas mayores a excepción de Menorca, siendo considerada localmente abundante.
La curruca balear en Calvià
Esta especie endémica es una habitante de las típicas garrigas mallorquinas, así como de los carrizales (Ampoledesmos mauretan
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La curruca balear, es la única especie paseriforme endémica de las Islas Baleares. Conocida hasta hace poco tiempo como subespecie de la Curruca sarda (Sylvia sarda) habitante de las islas de Córcega y Cerdeña, su canto, reclamo, coloración e incluso algunos hábitos ecológicos de los ejemplares de las Islas Baleares, han hecho considerarla una especie separada de sus congéneres italianos. En Baleares se extiende por todas las islas mayores a excepción de Menorca, siendo considerada localmente abundante.
La curruca balear en Calvià
Esta especie endémica es una habitante de las típicas garrigas mallorquinas, así como de los carrizales (Ampoledesmos mauretanicus) con vegetación arbustiva dispersa, por lo que en Calvià hay numerosas áreas donde su observación puede ser posible. Las garrigas y pinares con sotobosque de la Península de Cala Figuera, algunas zonas cercanas a Santa Ponça así como diversas áreas dentro de la Finca Pública Galatzó son zonas perfectas para el disfrute de esta especie inquieta y peculiar.
Las mejores épocas para observarla
Aunque la observación de la curruca balear es posible a lo largo de todo el año al ser una especie sedentaria con movimientos de dispersión reducidos, los meses comprendidos entre marzo y junio son los que más pueden hacer disfrutar al ornitólogo aficionado o profesional. Durante el mes de marzo y hasta mediados de abril, los machos que muestran sus dominios territoriales se encaraman a lo alto de los arbustos para cantar a los cuatro vientos los límites de las áreas que han elegido para criar, mostrando sus patas anaranjadas, su plumaje gris ceniza y su anillo ocular intensamente rojo. Durante los meses de mayo y junio alimentan a los polluelos que han venido al mundo, por lo que es común los trasiegos en busca de alimento poe parte de los padres que los hacen muy visibles para poder disfrutar de esta pequeña belleza natural.
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